Estudiantes volvió al triunfo; con el 29% de posesión del balón, en el último minuto, con uno menos y ante el mejor equipo del continente. ¡A festejar!

El Estudiantes de Zielinski logró un triunfo heroico en el último minuto y con un jugador menos ante el mejor equipo del continente. Pero, aunque nos empalaguemos con las dulces mieles de la victoria, lo que sucedió ayer en el estadio UNO fue más allá de un simple resultado. Es que el equipo platense demostró algo que no demostraba hace años; amor propio, vergüenza deportiva e ímpetu. Sin dudas, este es el principio de un ciclo que entusiasma al hincha y lo de anoche fue la puntada inicial perfecta para no defraudar esas expectativas que se depositaron en el «ruso».
Antes de empezar, al opinar de lo que sucedió ayer no se puede dejar pasar el grosero error del árbitro Facundo Tello que condicionó a un equipo que ya se había logrado afianzar. Una jugada dividida en la que ambos levantan los pies para disputar el balón y chocan por una situación lógica del fútbol. Si los árbitros quieren dirigir un deporte sin contacto que se vayan a dirigir tenis. Sino que, por lo menos, le pierdan el miedo que le tienen a los clubes como Boca y River porque es desmotivante que te compliquen el partido por sus propias limitaciones técnicas, emotivas y mentales.
Pero vamos paso a paso, como diría «Mostaza» y preguntémonos; ¿Cuántos de nosotros vimos el fixture y dijimos: «un puntito contra River no está mal»? ¿Quién imaginó, en el momento en que Fernando Tobio se fue mal expulsado, que había chances de sumar de a tres? ¿Y cuándo Matias Suarez puso el 1 a 0 a favor del conjunto de Nuñez, alguien en sus cabales creyó que se podía dar vuelta el resultado? La respuesta es clara y es un no rotundo.
El argumento de la negatividad ante estos interrogantes es evidente; este mismo plantel (sin el Corcho Rodríguez, ni Castro, ni Noguera), fue el peor equipo del torneo pasado. Nos habíamos acostumbrado a tener la mandíbula de cristal, la derrota era moneda corriente, las victorias se transformaron en un ideal a perseguir y los empates dejaban ese mal sabor de boca del que sabe que no puede dar más, aunque lo necesite. Por eso, cuando llega el River de Gallardo, con todas sus figuras y se pone uno a cero arriba, todos esos fantasmas vuelven a brotar en la cabeza.
Y ahí, justo ahí, aparece algo intangible que no se hacía presente hace tiempo. Algo que va más allá del evidente trabajo en la semana. Se hace presente en UNO esa sensación de que algo bueno puede suceder. Entonces; la pelota parada, el centro de Nazareno Colombo, la cabeza de Leandro Diaz peinando para Federico González que, a su vez, pivotea para Mauro Diaz y este, en un ataque de habilidad, se saca un tipo de encima y marca un verdadero golazo.
Pero River responde y avanza como una topadora. El punto parece ser un negocio alucinante. Y cuando las luces del segundo tiempo se están apagando, Leandro Diaz se echa a la carrera (como una locomotora de un tren de carga repleto de cemento), los defensores rivales lo golpean para intentar detener su camino hacia el arco y el referee, tarda más de lo debido, pero cobra la indiscutible falta.
Van 49 minutos recién cumplidos, se juega hasta los 50 y la posibilidad parece ser cierta. Entonces aparece el fútbol que le gusta a la gente, a la gente de Estudiantes. La escuela en su máxima expresión, el trabajo en la semana para aceitar la pelota parada. El centro de Mauro Díaz que se encuentra con el metro 93 de la humanidad de Fabián Noguera y desata la locura en los corazones de todos los pincharratas; el grito de gol atragantado que tuvimos durante un año.
Es así que la emoción se manifiesta. A todos nos queda el dulce gusto de ganar a lo Estudiantes. De volver a sentir que hay alguien en el banco de suplentes que, sin haber nacido en la casa, comprende la idiosincrasia de nuestro club. Aún mejor, sabe como transmitírsela a sus dirigidos y como frutilla del postre entiende como plantearle un partido a uno de los mejores técnicos argentinos del siglo XXI. El hincha ya está identificado con el DT. Será trabajo de los jugadores lograr comprender los conceptos de Zielinski y hermanarse con una hinchada que necesita volver a creer en ellos. El de ayer fue un gran primer paso.
Para finalizar, no se pueden dejar pasar las individualidades con gran presente que se pudieron ver. Manuel Castro volvió en un nivel más que interesante y tiene atrás un gran competidor como Ángel González; la pelea por el puesto los potenciará. Fabián Noguera demostró que viene con ritmo futbolístico y hambre de gloria, habrá que ver si con eso le alcanza para tapar sus limitaciones en velocidad y ubicación (ayer le sobró). Otro punto alto, fue- el bastardeado- Federico González que se brindó en cuerpo y alma por el equipo. Pero de quien no nos podemos olvidar es del capitán Mariano Andújar que, en el último segundo de partido se quedó con lo que era el empate del conjunto millonario. Otra vez, el de Lugano demostró toda su jerarquía.
Así las cosas, en el horizonte asoma Godoy Cruz en Mendoza y habrá que ver como reacciona este equipo cuando lo inviten a proponer un poco más. Pero el punto de visitante parece ser un negocio total para un club que necesita sumar como un pez necesita del agua y así poder alejarse de la zona baja de los promedios. Mientras los jugadores trabajan en City Bell con la tranquilidad de haber cumplido con su deber, el hincha seguirá festejando que, a pesar de tener el 29% de la posesión del balón, se llevó un gran triunfo ante el mejor equipo del continente.